Aquel 31 de julio Cuba tembló. Oficialistas y detractores, independientes y la gran masa que bastante tiene con resolver su día a día, enmudecieron, lloraron o se echaron las manos a la cabeza al escuchar cómo el héroe de Sierra Maestra,omnipresente en sus vidas durante medio siglo, no sólo delegaba la dirección del PCC a su hermano, sino también sus funciones como presidente del Consejo de Estado, jefe del Gobierno de la República y comandante de las “heroicas Fuerzas Armadas Revolucionarias”.
Raúl, siempre a la sombra, asumió entonces el liderazgo del castrismo. Y desde el primer día lo ejerció sin complejos, manteniendo la represión política pero aventurando un camino nuevo, una travesía marcada por su propio péndulo, que se ha balanceado entre reformas y continuismo. Un péndulo caprichoso que le ha llevado en sólo cuatro meses desde su mayor éxito (el deshielo con EEUU, con la guinda del viaje de Barack Obama a La Habana) a su mayor fracaso (la nueva recaída económica).
“El pueblo nuevamente se crecerá frente a las dificultades, sin el menor atisbo de derrotismo y plena confianza en su Revolución”, aseguró el presidente cubano a la Asamblea Nacional a principios de mes, tras reconocerse el shock provocado por la debacle económica del gran aliado bolivariano y la caída de los ingresos obtenidos del níquel y del azúcar.
Unas palabras tan entusiastas como alejadas de la realidad. La desconfianza era y es de tal calibre que se han vuelto a romper records migratorios: más de 44.000 cubanos han llegado a EEUU en los últimos 12 meses y otros cuantos miles se encuentran bloqueados en el corredor centroamericano, incluso en Quito (Ecuador) y Turbo (Colombia). El “todos se van” formulado por la escritora Wendy Guerra que ha convertido a Cuba en el país más viejo del continente, con casi un 20% de ancianos.
La misma historia que no absolverá a Fidel lo tiene más complicado con su hermano. Raúl Castro ha liberado a los cubanos de algunos de los grilletes orwellianos impuestos por el gran líder: autorizó el libre acceso a los hoteles, permitió la compra de teléfonos móviles y la compraventa de vehículos y casas, eliminó el permiso obligatorio para viajar, instaló unas decenas de puntos para conectarse a WiFi, legalizó los almendrones (viejos coches americanos convertidos en taxis colectivos) para paliar el desastroso transporte estatal…
Reformas mínimas que unidas al reconocimiento de los cuentapropistas (trabajadores por cuenta propia, autónomos, germen del capitalismo), la ampliación del cooperativismo y la concesión de (muy pocos) créditos bancarios han cambiado la cara del país, pero no lo suficiente. Ni mucho menos.
“Este sector nuevo no logra jalar la nueva economía. Falta mucho para que sea el tractor que tire del resto del país”, concluye el politólogo e historiador cubano Armando Chaguaceda. “Eso sí, al cubano promedio, al ciudadano de todas partes, le ha beneficiado todas estas reformas”, añade.
Reformas que no han impedido el nuevo ‘tsunami’ económico, que algunos en la isla ya lo comparan con un Periodo Especial, como el sufrido tras la caída de la Unión Soviética.
“El ‘shock’ no será de la misma magnitud que el experimentado a partir de 1991, cuando el PIB cubano cayó un 35% en tres años. Por el momento, el país no se dirige a un nuevo Periodo Especial, aunque sí a una recesión”, calcula Pavel Vidal, economista y ex analista del Banco Central de Cuba. “Hasta el momento las cifras indican que el intercambio con Venezuela disminuirá alrededor de un 20%“, añade Vidal, quien forma parte del laboratorio de ideas Cuba Posible, críticos moderados al castrismo.
La crisis ya se nota en el día a día. Los ajustes energéticos y la reducción de gastos anunciadas por Raúl amenazan con convertirse en una bola de nieve en medio del Caribe. Periodistas independientes certifican la existencia de apagones, pese a que el Gobierno asegura que no afectarán a la población. Los edificios públicos funcionan sin aire acondicionado, se ha reducido la iluminación pública, se han descartado los aumentos salariales, el transporte funciona aún peor y la escasez de petróleo ha provocado la subida del precio de los almendrones, que perseguidos por las autoridades han abandonado parcialmente las calles.
Vidal apuesta por la “promoción de políticas de liberalización de los mercados y una mayor apertura externa” para enfrentar la crisis, pero Roberto Álvarez Quiñones, periodista que se mantuvo durante años en las entrañas del poder, avisa sobre un “rebrote estalinista” y la consiguiente “ofensiva contra los cuentapropistas, repunte del discurso antinorteamericano y aumento de la represión política. Mientras más tiempo emplee la gente en resolver sus necesidades cotidianas menos tiempo para pensar en un cambio de sistema político”.